Los efectos del sistema económico de un país van mucho más allá de sus fronteras.
Podría decirse que el terreno de juego, ni tiene unos bordes definidos, ni para nada coinciden con los límites territoriales del país cuyos residentes y empresas ordenan las transacciones.
Una economía como la española es, por un lado, altamente dependiente de importaciones de materias primas. Estos materiales importados conllevan una serie de impactos ambientales en los países de origen que no acostumbramos a considerar y por ello adquirimos una responsabilidad ambiental que habitualmente no es reconocida. Sin embargo quien se ve repercutido positivamente desde el aspecto monetario no es el país extranjero, sino el que realiza la extracción.
Los países empobrecidos no son los mayores causantes de las crisis ambientales a pesar de ser los lugares donde físicamente se producen una parte considerable de los efectos. Es necesario buscar las causas reales del problema, frecuentemente lejos, donde se toman las decisiones, y donde se produce un mayor
consumo.
Es donde se sacan los recursos materiales y energéticos necesarios para garantizar nuestro consumo final donde se producen buena parte de los impactos, e incluso la mayor parte de la generación de residuos. El concepto de “mochila ecológica” es muy ilustrativo para cuantificar la cantidad de material requerido para conseguir una unidad de producto final. Para cada producto es posible estimar su “mochila ecológica”. Así
por ejemplo, para obtener un kilo de hierro es necesario movilizar 14 kilos de materiales, mientras que para obtener un anillo de oro de 10 gramos se precisan remover 3,5 toneladas de materiales.
Con frecuencia sucede que mientras el consumo de un producto se da en un país, su “mochila ecológica” se queda en otro.
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